En los mundos antiguos del norte, los dioses no eran todopoderosos… tenían que ganarse su conocimiento.
Y fue así como Odín, el dios de la guerra, la sabiduría y la magia, se colgó del gran árbol del universo — Yggdrasil — para descubrir los secretos más profundos del cosmos.
🩸 Nueve días y nueve noches sin moverse. Sin comida. Sin agua.
Colgado del árbol, herido por su propia lanza, Odín miró hacia el abismo, a las raíces oscuras de la existencia.
No gritó. No suplicó. Solo esperó.
Porque sabía que el conocimiento verdadero no se da. Se sacrifica.
Y cuando su cuerpo casi no resistía más, las runas — esos símbolos secretos — le fueron reveladas.
ᚠ ¿Qué eran esas marcas?
No eran letras comunes.
Cada runa era un principio universal.
Una hablaba del nacimiento.
Otra del caos.
Otra de la fuerza salvaje.
Otra del destino que no puede cambiarse, pero sí entenderse.
Odín las tomó y las trajo al mundo de los vivos.
Desde entonces, las runas se convirtieron en una forma de leer la realidad, protegerse, y guiar el alma.
✨ ¿Por qué recordar esta historia hoy?
Porque en un mundo donde todo se busca sin esfuerzo,
esta historia nos recuerda algo esencial:
lo valioso no se regala. Se gana.
La sabiduría, la fuerza, el propósito...
no vienen rápido, ni fácil.
Odín lo sabía. Por eso se colgó del árbol.
Cada vez que alguien elige una runa,
no elige un adorno.
Elige hacer el trabajo interno.
Elige un símbolo que exige respeto…
porque el poder real hay que merecerlo.